El guacho tentador
El guacho tentador
Hay que ser demasiado despistado o despistada para no percatarse de ciertos olores a la hora de probar un bocado. Sin embargo, cuando la tentación mata y el estómago ruge como todo un campeón, eso poco importa cuando el hambre llama.
Mis trece años los vivía sin pena ni gloria, dichoso de pocos menesteres laborales, me la pasaba de vagó y la procrastinación era una tarea de todos los días. Acostado en la cama un pequeño dolor en el estómago me hace levantarme de mi descanso, pensando con mucha ilusión "Debe haber comida en la cocina", corría lo más rápido que podía a la estufa, en donde estaba el premio mayor. Una olla abierta llamo completamente mi atención. Una olla con guacho de pollo.
Alzando las manos y la cabeza hacia el cielo, agradeciéndole a nuestro señor por el alimento que se me venía encima, sin preguntar, y sin observar a detallé lo que contenía, me servi en el primer plato que vi, cucharadas tras cucharadas de aquel guacho, al cual ni por un instante dude.
El hambre en aquel entonces debió haber sido tal, cuando a los pocos minutos ya me servía mi segunda ronda de aquel manjar, el arroz se sentía espeso y que mencionar del pollo, el cual se sentía algo crudo y sin sabor.
"¿Por que el pollo sabrá así?" Preguntaba mientras probaba cucharada por cucharada... intrigado pero hambriento. Es cuando a los minutos de haber saciado mi hambre, cuando las preguntas comienzan a rondar por mi cabeza. "¿Por que la olla se mantenía abierta?", hasta donde sabía, mi abuela no tenía un pelo de tonta al exponer la cena a las moscas; o por qué el pollo se mantenía algo crudo si hasta donde sabía el guacho se hallaba "listo".
Y mientras más mis preguntas abordaban el tren de la inseguridad, una de ellas se hallaba en la cima de mis pensamientos, mi abuela bajando las escaleras hacia la cocina mirándome a los ojos con total estupefacción, pregunta que me hallaba comiendo... "El guacho que está acá" respondí con toda la inocencia del mundo, y es cuando responde la inseguridad que se hallaba en la cima: "¡Ese es la comida de los perros!" Respondió riéndose a todo pulmón...
Impactado por la respuesta, ya me hallaba comiendo la mitad del segundo plato. ¿Saben una cosa? A todo eso, puedo decir que me gustó...



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