La libra de queso
La libra de queso
Por Ángel Charry
Entré los cientos de quehaceres que Ángel debía hacer, decidió por muy placentero y agusto que le pareciera, pararse de su cama y empezar la mañana con dicha y prosperidad. Y tan pronto como abrió la puerta de su habitación, su mejor amigo de cuatro patas, Galleta, se mantenía sentado esperando a que Ángel abriera la puerta.
Galleta era el perro favorito por excelencia de Ángel, mantuvo con él, una bonita crianza entre el orden y el buen comportamiento junto con el desastre y la rebeldía. Irónicas enseñanzas, sin embargo, Galleta supo ganarse un lugar dentro de la casa, un enorme cariño entre los habitantes dentro de ella y más aún la de su dueño, la de su mejor amigo, Ángel.
Galleta era leal, caminaba de arriba, abajo con su amó a todas partes inclusive a la cocina, en donde Ángel sabía que debía estar alerta pues conocía los caprichos de su mascota. Mientras su dueño preparaba con delicadeza su desayuno, Galleta solamente lo miraba caminar entre la cocina buscando cada ingrediente para hacer pancakes, entre los ingredientes, Ángel saco de la nevera una libra de delicioso queso cremoso, el más cremoso que se podía comprar y el más delicioso.
Galleta no tenía un pelo de tonto, su grueso olfato hizo que estuviera atento a cualquiera distracción de su querido amó para cazar a su presa. El bloque de queso cremoso, se mantenía posicionado encima de la mesa, en donde ya todo estaba listo para servir los pancakes y posteriormente, decorarlo al gusto.
Mientras Ángel se servía delicadamente las tiras de queso encima de su desayuno, Galleta por naturaleza se acercaba a su dueño con la finalidad de que le diera su parte, puso carita de niño tierno y eso no hizo que le dieran lo que él pensaba, le correspondía. Ángel caminó directamente a comer en la mesa principal, olvidándose de un detalle, guardar el queso.
Fue en ese momento en el que Galleta, alzando las patas delanteras a la mesa, deleitó una libra de queso cremoso, por cada mordisco que daba para él, dentro de su hocico sentía una degustación de sabores únicas en su perruna vida, que lo hizo hasta tumbar el plato de la delicia que se antojó.
Se sabe que fue un gritó al cielo de su madre lo que hizo que tanto Galleta como Ángel salieran corriendo a toda prisa a ocultarse, uno saliendo de la casa, y el otro metiéndose a su habitación hasta que se calmara las aguas. No hubo castigo, no hubo represalias, Galleta, una vez más, se había salido con las suyas.


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