Dos italianos
Era día sábado...
Una mañana en la playa bajo las nubes andantes y el ruido de las olas palpitantes a kilómetros y kilómetros de sus extensas costas. Fue producto del antojo voraz y apetitoso de un chico y su familia; por pizza.
Las ganas por una jugosa pizza de pepperoni estaba más que bien medida en la cabeza de los miembros de la familia, quienes se dirigían hasta la ciudad capital con el único propósito de saciar sus ganas a lo que querían. No eran la típica familia que tenía un lugar en específico para poder comer, eran aventureros y sumamente críticos con cada pizza que probasen en distintos puntos del país. Y entre su recorrido por las calles de la ciudad miraban con pereza y/o desánimo de probar aquellas pizzerías que no les gustaban, aquellas que no les apetecía más nunca volver.
Fue cuando de pronto en su interminable búsqueda una pizzería poco conocida por ellos llamo su atención, un local vistoso con acabados de lujo y un letrero de oferta con una imágen de una pizza y lata de soda al lado, fue el lugar perfecto para comer lo que tanto querían.
El más joven de la familia, tuvo que esperar con paciencia su pizza en el auto, acompañado de su perrito andante y buen portado, fue cuando de pronto un extraño acento el cual a los pocos segundos reconoció, era italiano, le llamo la atención. Embobado por la manera tan peculiar en la que el extranjero italiano hablaba, que eran sus ganas por aprender muchos idiomas lo que hacían que con detallé escuchase aquella conversación ajena.
Al rato, decepcionado por haber perdido de vista a su inspiración estrella, le dieron ganas de ir al baño, pensando rápidamente en poder entrar al restaurante en donde su familia esperaba la pizza, dejo unos cortos minutos al canino con las ventanas abajo y una brisa poco candente asomándose adentro. Al entrar al lugar, una pizzería vacía con pocos clientes en las mesas, entre sus incógnitas no hubo mesero ni recepcionista alguno que pudiese contestarle dónde quedaba el baño, por lo que mirando lentamente a su alrededor tenía la idea de animarse a preguntar.
El joven no tenía una pizca de tonto, no quería verse en la vergonzosa tarea de saber que el baño estuviese frente a sus narices, buscó lentamente con el dedillo del ojo cualquier señal que le diera aliento a no preguntar y que su búsqueda no sea en vano. Fueron terriblemente abatidas al no ver puerta con letrero alguno. Entre sus candidatos a preguntarles únicamente estaba su familia, a los cuales veía al fondo sentados charlando sin percatarse de su presencia, y del otro lado, cruzando a otra habitación, aquel italiano sentado junto a otra persona, charlando.
"Ellas no saben dónde podrá estar" Pensó el joven con su familia, dejándoles como única opción a aquel italiano relajado, podía escuchar desde el otro lado de la habitación como su acento llenaba sus expectativas, como también sus ganas a poder preguntarle en el idioma inglés. Supuso: "Probablemente hable inglés" Todo bajo la seguridad que al ser extranjero, podría hablar inglés sin pensar que hablase español...
Decidido a llevar a cabo su treta, repasó sus clases de inglés en línea para poder pedir el baño hacia aquellos italianos tomando una copa de vino en la mesa.
– Sorry, I need help. Where is the bathroom?
– Oh, el baño está allá. – Respondió el italiano en español mientas señalaba con el dedo y el brazo alzado hacia el fondo de la habitación...
Aquellos instantes para aquel joven fueron vergonzosos y sumamente tragicómicos, los tres en un inesperado suceso comenzaron a reírse por la incómoda situación, minimizando aquel suceso penoso y quedandole de lección, que no todo era como parece.


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